
La tierra roja ha dejado paso a las verdes montañas de
esta localidad alavesa. San Vicente ha creado un espacio para que las esculturas de Pablo pueblen un nuevo paraje.

Rostros primigenios, pequeños duendes surgidos de leyendas de antaño, animales totémicos y diosas mitológicas han enraizado sus historias talladas en piedra en un jardín que han convertido en un territorio arcano.

¿No es sorprendente?. ¿Qué habrá llevado a estos extraños seres a recorrer montes, bosques y campos de labranza para establecer su morada en estas inhóspitas tierras?.

Una virgen , rodeada de símbolos del zodiaco. ¿pagana o cristiana?. ¿santa o perseguida por los defensores de la pureza y las buenas costumbres?.

Cabezas cortadas en alguna guerra felizmente olvidada defienden con rostro fiero las escaleras de bajada al jardín. ¿Siervos de la gleba o guerreros embarcados en una cruzada de la que nunca volverán?

Un verraco con el rostro desfigurado por el paso del tiempo defiende, impasible, la entrada principal con la parsimonia propia del que se siente poderoso.
Los niños lo utilizarán, inconscientes, como caballo de juegos y los mayores se apartarán discretamente para evitar su ira.